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Frederic Beigbeder, fotografiado en su casa de París |
Hace tiempo que no hago un post de esos que no tienen nada
que ver con la sanidad y las tecnologías, y que en cierto modo fueron el origen
de este blog. En pleno mes de agosto, a pocos días de empezar las vacaciones y
con los mismos temas de siempre en la red me apetece desmarcarme un poco.
No se si será por el origen de uno de mis apellidos, pero
siempre me atrajo sobremanera la cultura francesa, en la estética y el
contenido. Me encantan las películas de Truffaut y su serie de Antoine Doinel,
ese dandy elegante y desenfadado y el devenir de su ciclo amoroso (Los 400
golpes, El amor en fuga, Besos robados y Domicilio conyugal). Pero el campo en
el que me quiero centrar más es en la escritura, la escritura contemporanea. Y aquí me centraré en Michel Houellebecq y FredericBeigbeder, últimamente dos de mis escritores de cabecera. El primero más poético,
conocido y reconocido, sin embargo para mi, el segundo mas desgarrador,
visceral, mas realista, sin duda mi preferido. Beigbeder fue un publicista de
éxito, de esos que viajan en descapotables y viven a todo tren con apenas 30
años pero que un día dejo todo por su verdadera pasión, escribir. Así lo
explica y así empieza una de sus novelas más exitosas, novela en gran parte
autobiográfica:
“Todo es provisional: el amor, el arte, el planeta Tierra,
vosotros, yo. La muerte es algo tan ineludible que pilla a todo el mundo por
sorpresa. ¿Cómo saber si este día no será el último? Creemos tener tiempo. Y
luego, de repente, ya está nos ahogamos, fin del tiempo reglamentario. La
muerte es la única cita que no está anotada en nuestra agenda.
Todo se compra: el amor, el arte, el planeta Tierra,
vosotros, yo. Escribo este libro para que me echen del trabajo. Si me fuese me
quedaría sin indemnización…A mi alrededor, los colegas caen como moscas: corte
de disgestión en la piscina, sobredosis de cocaina maquillada de infarto de
miocardio, accidente con el jet privado, vueltas de campana con el descapotable…Creo
que ha llegado el momento de dejarlo todo, ya que no se mantenerme a flote.
Todo es provisional y todo se compra. El hombre es un
producto como cualquier otro, con fecha de caducidad. Esta es la razón por la
cual he decidido jubilarme a los treinta y tres años. Dicen que es la edad
ideal para resucitar.”
Quién no ha querido hacer esto alguna vez, el otro día
cenando con algunos compañeros de trabajo, a la pregunta de ¿que es lo que
realmente te hubiese gustado ser?, hubo muchas respuesta: músicos, deportistas,
cantantes, escritores… pero quién dijo que no se puede, nunca es tarde si la dicha
es buena.