Hay una pregunta que suele aparecer de vez en cuando, ¿quién le pone el nombre a los medicamentos?. En este caso me refiero al nombre comercial, de fantasía, los que son una verdadera marca. Esos nombres, a veces raros, a veces curiosos, a veces casi innombrables.
El caso es que es una ardua tarea detrás de la cual se suele encontrar todo un equipo de marketing y creativos. La idea es buscar un nombre pegadizo, que recuerde la actividad del medicamento y que se pueda decir en varios idiomas sin problemas.
Con más de 33.000 nombres comerciales de medicamentos aprobados cada año, según datos de la FDA, es normal que algunos de ellos se parezcan ortográfica o fonéticamente. Estas similitudes, más allá de resultar graciosas en ocasiones, son una causa habitual de errores médicos en todo el mundo y una amenaza para la salud de los pacientes. De hecho algunos nombres han tenido que ser cambiados porque inducían a error.
En todos mis años en el hospital he visto aparecer numerosos nombres, algunos muy originales. Sin embargo la anécdota mas curiosa al respecto me pasó la semana pasada. Cuando iniciaba el tratamiento a una paciente y ella me dijo “este medicamento tiene el mismo nombre que mi madre”.
Ironías del destino...