Me animo por segundo mes consecutivo a participar en #carnavalsalud, el tema de este mes es “el derecho a bien morir”, tema bastante delicado.
Enseguida que me he puesto a pensar en el tema me he acordado de la época que más cara a cara me he encontrado con la muerte profesionalmente, una rotación de dos meses por una unidad de enfermos terminales. La verdad es que fue poco tiempo pero muy intenso y de gran aprendizaje, en todos los sentidos.
Voy a dejar atrás el posible encarnizamiento terapéutico, las enfermedades de larga duración y las muertes repentinas. Estoy hablando de pacientes que les quedan como mucho algunas semanas/días de vida. De la vida en desahucio terminal, de saber que hagas lo que hagas, quizás no veas a esa persona mañana.
Existen muchas formas de morir, creo que postrado en una cama, en un sitio siniestro y ajeno, y consumiéndote poco a poco es una de las más crueles. Por todo esto admiraba a los profesionales sanitarios que trabajaban allí, enfermeras y médicos. Todos ellos bastante optimistas y “chistosos” de forma general, una coraza, creo a todas, todas, indispensable. Dar cuidados paliativos a estos pacientes es una práctica que se adquiere con el tiempo, controlar el dolor, las nauseas, la tensión… Lo que no llegué nunca a saber es si se aprende a bailar día a día con la muerte en estado puro, yo por lo menos no lo conseguí en el tiempo que estuve allí.
Durante aquellos días me surgieron muchas dudas. ¿Debes dar ciertas esperanzas? quizás ayuden a pasar algunos momentos. ¿Debes “acercarte” emocionalmente al paciente?, quizás lo agradezcan pero el reembolso puede ser muy elevado. ¿Debes favorecer el desenlace en algunos casos?, este es un tema bastante delicado, que cada uno piense lo que quiera. Todavía puedo recordar nítidamente algunas miradas, incluso algunos nombres de pila, y el olor de frustración sanitaria en el ambiente. Esos momentos donde no es posible ser feliz y te asustas como un animal, ya no hay molestias, todo es relativo, no hay nada que arreglar, solo queda esperar. Aquí da igual que tengas bata o no, eres un mero espectador, un simple figurante.
No creo que pueda olvidar nunca esos días, era el guión de una obra macabra. Era febrero, era Andalucía. En semanas los pacientes morían por decenas, mientras el internista y yo hablábamos por los pasillos de los carnavales de Cádiz, no nos quedaba otra. Eran los días de la gran broma final.
(Si me he puesto a escribir estás líneas ha sido para ensalzar y agradecer la labor de todos los profesionales sanitarios que acarician las muertes más crueles día a día.)
Enseguida que me he puesto a pensar en el tema me he acordado de la época que más cara a cara me he encontrado con la muerte profesionalmente, una rotación de dos meses por una unidad de enfermos terminales. La verdad es que fue poco tiempo pero muy intenso y de gran aprendizaje, en todos los sentidos.
Voy a dejar atrás el posible encarnizamiento terapéutico, las enfermedades de larga duración y las muertes repentinas. Estoy hablando de pacientes que les quedan como mucho algunas semanas/días de vida. De la vida en desahucio terminal, de saber que hagas lo que hagas, quizás no veas a esa persona mañana.
Existen muchas formas de morir, creo que postrado en una cama, en un sitio siniestro y ajeno, y consumiéndote poco a poco es una de las más crueles. Por todo esto admiraba a los profesionales sanitarios que trabajaban allí, enfermeras y médicos. Todos ellos bastante optimistas y “chistosos” de forma general, una coraza, creo a todas, todas, indispensable. Dar cuidados paliativos a estos pacientes es una práctica que se adquiere con el tiempo, controlar el dolor, las nauseas, la tensión… Lo que no llegué nunca a saber es si se aprende a bailar día a día con la muerte en estado puro, yo por lo menos no lo conseguí en el tiempo que estuve allí.
Durante aquellos días me surgieron muchas dudas. ¿Debes dar ciertas esperanzas? quizás ayuden a pasar algunos momentos. ¿Debes “acercarte” emocionalmente al paciente?, quizás lo agradezcan pero el reembolso puede ser muy elevado. ¿Debes favorecer el desenlace en algunos casos?, este es un tema bastante delicado, que cada uno piense lo que quiera. Todavía puedo recordar nítidamente algunas miradas, incluso algunos nombres de pila, y el olor de frustración sanitaria en el ambiente. Esos momentos donde no es posible ser feliz y te asustas como un animal, ya no hay molestias, todo es relativo, no hay nada que arreglar, solo queda esperar. Aquí da igual que tengas bata o no, eres un mero espectador, un simple figurante.
No creo que pueda olvidar nunca esos días, era el guión de una obra macabra. Era febrero, era Andalucía. En semanas los pacientes morían por decenas, mientras el internista y yo hablábamos por los pasillos de los carnavales de Cádiz, no nos quedaba otra. Eran los días de la gran broma final.
(Si me he puesto a escribir estás líneas ha sido para ensalzar y agradecer la labor de todos los profesionales sanitarios que acarician las muertes más crueles día a día.)