Recientemente aparecía en British Medical Journal una noticia sobre que el NHS (Sistema Nacional de Salud Británico) publicará una lista de medicamentos de “bajo valor” como parte de una nueva campaña para reducir costes sanitarios que entrará en vigor en junio de 2017. La revisión se llevará a cabo por una comisión clínica, se centrará primero en un pequeño grupo de medicamentos y se habla ya de ahorrar 128 millones de libras al año.
Esto me ha llevado rápidamente a un viaje por el tiempo. A la terminología de cuando era residente de aquellos medicamentos VINEs (de valor intrínseco no elevado) que elaboraron hace ya más de 20 años Laporte y colaboradores. A esos boletines terapéuticos andaluces con conclusión de “medicamentos que no suponen un avance terapéutico”. Toda aquella polémica que se generó hace ya unos años sobre la utilización de “tratamientos condroprotectores o SYSADOA”, esos medicamentos que no han demostrado ninguna utilidad terapéutica...y así múltiples ejemplos.
Este es un tema clásico, casi podríamos decir de toda la vida y que sigue vigente a día de hoy. La pregunta es la de siempre ¿por qué autorizamos medicamentos que no han demostrado eficacia o mejora terapéutica? Es algo así como crear tus propios enemigos con los que luchar mas adelante.
A que c.ñ. vienes a al consulta si lo tuyo no tiene cura. Si la pastilla milagrosa solo existe en la consulta privada. Si todos los que se operan en las clínicas privadas se curan siempre
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