Hoy en día, cuando metemos en una coctelera medicamentos, costes, comercio y acceso, casi siempre nos sale el mismo resultado, los medicamentos biológicos y su adlátere los biosimilares.
Sin embargo alguna que otra batalla se está librando con medicamentos que llevan mucho tiempo entre nosotros, han perdido la patente y dejan de ser rentables para los laboratorios. Es habitual ver como principios activos que comercializaban muchos laboratorios de repente quedan reducidos a un solo laboratorio. En el “mejor” de los casos se soluciona con una retirada del descuento inicial del medicamento prácticamente en monopolio. En el peor de los casos surgen desabastecimientos y los consiguientes problemas de disponibilidad. En algunos casos hay que recurrir a medicación extranjera, en otros casos a alternativas terapéuticas y casi todas las soluciones tienen de nuevo un aumento de coste en el proceso para el hospital.
Al parecer esta guerra con los medicamentos “antiguos” es mundial y hace unos meses se hacía eco de la noticia el New York Times. Al parecer los hospitales estadounidenses sufren desabastecimientos que se suelen resolver con un incremento de costes en los mismos. Evidentemente allí las reglas del juego parecen diferentes, los hospitales aumentan el coste que el paciente directamente paga de su bolsillo (igual que aquí, pero el efecto de pagarlo con impuestos a pagarlo directamente cambia sustancialmente).
Una de las soluciones que se plantean los americanos es ponerse de acuerdo múltiples hospitales para formar su propia “compañía farmacéutica” y hacer frente a los altos precios que están sufriendo estos medicamentos “antiguos”, evidentemente, algo imposible por aquí.
En cualquier caso un problema que en países como el nuestro, donde la sanidad es “universal y gratuita”, debe mantener los ojos abiertos a las agencias reguladoras y sobre todo no permitir los desabastecimientos de medicamentos esenciales como extorsión comercial.