Estoy contando los días, y creo que todavía quedan unos pocos, en los que dispongamos de prescripción electrónica asistida (PEA) en el hospital. Nos encontramos en la primera fase de implantación del programa, pendiente de integraciones y de más. Para los Servicios de Farmacia Hospitalaria es un proceso clave en cuanto a mejorar la calidad de la farmacoterapia de los pacientes ya la hora de “quitarnos” del medio la sufrida transcripción, que ralentiza enormemente el proceso de dispensación en dosis unitaria de las unidades de hospitalización.
La PEA aporta numerosas ventajas frente a la tradicional prescripción escrita: orden médica legible, sin ambigüedades y estandarizada, evita errores de transcripción; mayor coordinación entre el farmacéutico y el médico a través de una comunicación bidireccional, con el fin de optimizar la terapia y evitar problemas relacionados con el medicamento e inmediatez en la accesibilidad al tratamiento farmacológico que recibe el paciente durante el ingreso actual y posteriores.
Evidentemente necesita sus requisitos, sobre todo a la hora de la implantación, donde los facultativos tienen que estar familiarizados con los dispositivos informáticos y aunque parezca mentira todavía existen ciertas generaciones a las que esto le cuesta. En cualquier caso supone un avance deseado por cualquier hospital.
Ahora que nos ha llegado una nueva hornada de alumnos de prácticas tuteladas de la Universidad y empiezan a ver ordenes de prescripción de las unidades de hospitalización, es habitual escuchar: “no sé como entendéis lo que pone ahí”, y lo malo es que lo entiendes y piensas para dentro “no sé como coño he llegado a entender lo que pone ahí”.